viernes, 16 de octubre de 2009

Pintando la Casa

Un día, una amiga mía me pidió que le ayudara a pintar su salita de estar. Por supuesto acepté. No es tan difícil. Hay que separar todos los muebles de la pared, taparlos con sábanas viejas, quitar cuadros y poner un poco de cinta adhesiva en los rodapiés para no mancharlos de pintura. Mi amiga suele cambiar el color de la casa cuando se agobia un poco y necesita un cambio en su vida. Así que la tía tiene una experiencia brutal. Joé, ¡así cualquiera! Esta tía no hace nada de eso. ¡Sólo quita cuadros! Ni mueve muebles, ni cubre el suelo, ni protege rodapiéssss. El caso es que la sala de estar está llena de cosas, objetos de todo tipo; todo desordenado, parece una tienda en época de rebajas. Tiene 2 lavadoras, una secadora, un congelador, una mesa, sillas, bolsas llenas de ropa…. De todo. Pues imaginaros las peripecias que yo tenía que hacer para no tropezar y acabar con el rodillo clavao en la oreja. Ella está acostumbrada y dice que no hace falta separar nada. Y claro, no iba a discutir yo su “método artístico”. Como era una manera bastante chapucera de pintar, pensé que no importaría si se me iba la mano y pintaba sin querer un trocito de rodapiés o del interruptor de la luz. Al fin y al cabo, el “método” no dejaba de ser “de andar por casa”, noooo? El caso, es que queriendo arreglar algún trocito de pared, pasé el rodillo varias veces por algunas zonas, quedando manchas con más color en unos sitios y menos en otros. Imaginé que cuando se secase quedaría un color uniforme. Pero pasaba el tiempo y aquello seguía igual. La pared estaba pintada a machetazos. Me hice la loca, pero se dio cuenta y ella misma le dio un repaso a la pared para que quedase uniforme. Ahora ya entiendo esas miradas que me dedicaba como pensando: - y esta mujer, ¿de dónde ha salido? ¡Que no sabe ni pintar una pared! - Claro, después hubo que darle una mano de blanco a las zonas en las que se me había ido la mano, o más bien la brocha. Ese día andaba yo con un poco de tensión nerviosa, así que luchaba contra el baile de “San Vito”. Y claro, de ahí las consecuencias compulsivas de mi arte. El color lo hizo ella mezclando 2 ó 3 que ya tenía. ¡¡Es toda una artista la tía!! El resultado de su gran obra fue un color… no sé cómo describirlo… viendo una muestra en pequeñito, no estaba mal. Pero luego, una vez pintada toda la habitaciónnnnn… En esos momentos de la vida es cuando una buena amiga tiene que mentir por conservar esa gran amistad, y decir: - que no mujer, que no es un color tan feo, esssss… ¡diferente!, ¡original!, ¡de verdad que molaaaaa! -. Vamos, que no pongo yo ese color en mi casa ni Jarta de tinto de verano de terracita cutre en calle llena de obras interminables rodeada de obreros gordos y sudorosos enseñando la hucha cada vez que se agachan.
¿Y qué es lo importante de todo esto? La gran sonrisa de mi amiga viendo su salita acabada y con un color supuestamente innovador.
La que montó su marido cuando llegó :(

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