martes, 2 de junio de 2009

A Veces Me Siento Así

Imagino que todos os habéis sentido así alguna vez. Sientes que te pesa la cabeza y que si te despistas, te das contra el suelo. Sientes que no te caben más lágrimas en los ojos. Lo ves todo negro clarito, negro oscuro y gris, es más, los colores te hacen daño a la vista y deslumbran esos ojos que te cuesta tanto abrir. Los pies te pesan, bueno, no sé si son los pies o el culo, pero está claro que vas arrastrando el cuerpo como si llevases una estatua de botero a caballito. Esos días te ves fea, gorda, ese corte de pelo no te favorece nada, qué horrible es la ropa que llevas puesta, no te apetece comer, dormirías todo el día, te enganchas a la tele como si fuera tu mejor amigo, te entretienen hasta los peores programas. No te apetece limpiar, ya has bautizado a las pelusillas que corretean por tu casa, parecen “eso” que recorre las calles en las películas del oeste, hasta has amaestrado a las cucarachas del baño y les has enseñado a saltar por encima de un bastoncillo de las orejas. Esos días, piensas que no existen gafas de sol lo suficientemente grandes que tapen tu tristeza, ni pastel de chocolate lo suficientemente rico que consiga arrancarte una pequeña sonrisa. Así que te encierras en casa para que nadie te vea y descubra lo mal que te sientes. Prefieres sentirte mal tú sólo y no compartirlo con nadie. No quieres que nadie te robe ni un poquito de sufrimiento. Lo quieres todo para ti.
De repente un día te levantas y descubres que el pijama negro que te pusiste la noche anterior ahora es de color. Un día rojo porque te levantas enamorada del amor; otro día verde porque sientes que algo maravilloso te puede pasar; otro día amarillo porque estás alegre y llena de vida; otro día azul porque sientes paz interior… Ese día no entiendes cómo no te has presentado a un concurso de belleza, ¡con lo guapa que eres! Con ese tipazo que tienes sientes que deberías ser modelo de ropa interior. Qué idea más buena la del cambio de look, ese corte de pelo te queda de miedo. Qué estilazo tienes vistiendo, ¡¡ni los escaparates de Zara!! Esos días te apetece comerte una vaca, un cocido para 20 y todos los pasteles del mostrador de la pastelería de la esquina. No hay tiempo para dormir, tienes tantas cosas que hacer… ¿dónde encontrará la gente tanto tiempo?, Dios mío ¿quién se puede tragar toda la basura que ponen en la tele? Esos días te da por limpiar la casa y todo brilla tanto que te puedes reflejar hasta en la mesa de madera maciza. La cabeza, que antes tocaba casi el suelo, ahora toca casi el cielo. Las únicas lágrimas que caben en tus ojos son las provocadas por la felicidad de sentirte vivo y rodeado de gente que te quiere. No sabes cómo pero la figura de botero te ha abandonado y busca a otro de quien aprovecharse. Entonces tu cuerpo se estira como si un ángel tirase de tu pelo, pero tan suavemente que sólo notas una brisa ligera en tu cabeza.

Ese día, eres la reina del mundo.